jueves, 5 de mayo de 2011

Como concecuencia de un día largo y agotador, no podía menos que surgir este post: algo melancólico, algo enojado, algo de catarsis y, lamentablemente, con muy poca gracia y filosofía.
Se me dio por pensar en la vida...en la vida humana, claro, y más específicamente, en el ritmo que tiene esta vida que vivimos (si pensaban que no se podía usar una misma palabra tantas veces en una oración, acá tienen la prueba de lo contrario). Lo pienso, y me resulta increíble ver lo rápido que pasan las cosas y cómo se nos escapa el tiempo. Ya lo sé, "qué persona tan original que es quien escribe esto" habrán pensado ustedes con total ironía y razón; pero, no sean malos che! de vez en cuando, a todos nos pasan esas cosas que nos hacen frenar para pensar sobre el camino que hicimos y el que vamos a seguir.
A ver, un ejemplo muy sencillo, pensemos en la cantidad de gente que conocimos a lo largo de toda nuestra historia (esas personas con las que compartimos algún momento, un encuentro, una alegría, una tristeza, lo que sea. Pensemoslo y después fijémosnos cuántos se quedaron en nuestras vidas; seguramente comprobaremos que ni la mitad se quedó. Y eso no es culpa de ustedes, ni mía, ni de los dioses, ni nada; es culpa del ritmo de la vida.
Así es, eso que suena como el nombre de un programa musical de televisión sobre cumbia, eso nomás, nos maneja la historia. Vivimos acelerados a más no poder y prácticamente, no nos damos cuenta; o, peor aún, creemos que es normal vivir así. No nos sorprende ni en lo más mínimo que un chiquito de 5 años sepa usar la computadora mejor que muchos adultos ("porque ahora los pibes vienen más avivados" van a decir muchos); tampoco nos llama la atención, que en sólo 6 meses se pueda tener una relación (de amor, amistad, etc.) de total intensidad y al séptimo mes ya no hablar más con esa persona. Esto sí que es alienación, diría Marx.
A mí me resulta indignante todo esto, es hora de tomar el toro por las hastas y ensuciarse las manos si es necesario, pero de alguna manera tenemos que retomar el control de nuestras vidas. Por lo menos, para ver qué se siente asumir la responsabilidad de nuestro actos y de que estos puedan generar. Así, por lo menos vamos a dejar de llorar por un rato, por la mala suerte que a veces nos toca y nos vamos a sentir dueños de nuestro destino.

No sé, yo digo no más, es una propuesta para ver qué pasa si cambiamos un poco la forma de hacer las cosas. Por mi parte, este descargo cuenta como primer paso, pero va a haber más... y ustedes qué dicen? se animan a probar?

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