jueves, 15 de julio de 2010


Hoy despertamos con alegría y mucho orgullo, gracias a la democracia, tenemos una deuda menos por saldar con nuestra historia. Somos el primer país de Sudamérica en legalizar el matrimonio civil entre personas del mismo sexo; ahora podemos decir que, en Argentina, el matrimonio es igualitario, es para todos y todas. Nuestro Estado ya reconoce legalmente una de las tantas realidades que lo exceden y que existen con o sin su reconocimiento, que es el hecho de que no existe un único modelo de familia ni un único modelo de amor.

Hay que reconocer el mérito de los diputados y senadores que concretaron este paso por mayor igualdad, varios de los y las cuales en contradicción con muchos de sus correligionarios; también están los que votaron en contra, para ellos no tenemos más que esperar que entiendan que aferrarse a lo peor del pasado sólo los puede llevar a ser derribado por el tiempo. Hay que reconocer, fundamentalmente, a los verdaderos protagonistas de una pelea que concluyó hoy a la madrugada, pero que viene de muchos años de no rendirse ante los obstaculos que durante muchos años se les presentaron. No podemos menos que felicitar a las organizaciones de la comunidad homosexual que se pusieron al frente de la pelea por lo que es justo y legítimo para todas las personas, la pelea por el cumplimiento del derecho que todos tenemos a elegir libremente como conformar nuestra familia, frente a aquellos energúmenos de la prehistoria que pretender imponer a los demás formas de vivir la vida pridava de cada uno.

Debate, controversia, marchas, intereses politicos, una institución religiosa milenaria y muchos cavernícolas fueron algunos de los obstaculos que intentaron frenar el andar de la historia de nuestro pueblo; pero a pesar de esos sectores, nada puede impedir que la sociedad argentina se incorpore cada vez más al siglo XXI.

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